El día que acusaron a Picasso por el robo de la Mona Lisa

Cuando en 1911 la Mona Lisa fue robada del museo de Louvre, se formó tal revuelo mundial que hasta se llegó a considerar a Picasso uno de los primeros sospechosos.

El suceso ocurrió el 21 de agosto de 1911, el museo estaba cerrado y contaba con muy poca seguridad cuando la Mona lisa, un cuadro que en aquel entonces no tenía tanta fama como lo tiene ahora, fue sustraído de las paredes del Louvre.

Al día siguiente, fue cuando se encontró el hueco vacío en la pared, bien temprano. Automáticamente se cerró el recinto y todos los visitantes tuvieron que ser registrados antes de poder abandonarlo.

 La noticia que apareció en portada de los periódicos de París, cobró tal magnitud que se llegaron a cerrar las fronteras y se rastreó cada centímetro del país. Nadie sabía quiénes eran los responsables del robo, pero dos de los primeros detenidos por ser sospechosos fueron Guillaume Apollinaire, un conocido poeta y el que en ese momento tenía amistad con él, el pintor Pablo Picasso, ya que los dos tenían antecedentes por un caso de falta de seguridad en el mismo lugar, cuatro años antes.

En 1904 Pablo Ruiz Picasso se había mudado a Paris, donde conoció e hizo pandilla con Apollinaire y Honore_Joseph Gery Pieret. Pieret  fue el que dirigió el punto de mira de la policía hacia Picasso.

Se ofrecía una recompensa en un periódico de 50.000 francos a la persona que pudiera ayudar en la investigación para devolver la obra al museo, por lo que Pieret, un hombre sin escrúpulos y mucho afán por el dinero, se presentó asegurando, siendo esto cierto, que había robado obras del museo para dárselo a sus amigos.

Picasso y el robo de 'La Gioconda'

En el año 1907, Pieret sustrajo dos esculturas íberas que había vendido a el pintor Picasso por una cantidad de 100 francos que pudieron servirle de inspiración para pintar la obra de las señoritas de Aviñón.

También se habló de otra pieza robada poco antes del de la Mona Lisa, que estaba colocada en una estantería de Apollonaire.

  Al relacionar los robos con esas piezas, la policía consiguió averiguar rápidamente quienes eran los amigos de Pieret.

Por miedo, estuvieron tentados de arrojar las figuras al rio Sena, pero al final no lo hicieron y Apollonaire las entregó en la redacción del periódico que ofrecía la recompensa, a cambio del anonimato.

La policía detuvo al poeta y llamo a declarar a Picasso, que afirmó no haber visto nunca a Apollinaire.

Los dos poseían arte robado, pero el juez no encontró ninguna prueba que los relacionara con la Gioconda, dejándolos en libertad, pero provocando que amistad de estos se resintiera.

Dos años después se detuvo al verdadero ladrón Vincenzo Peruggia.

 Fue delatado por el director de la Galleria degli Uffizi cuando el propio autor del robo intentó venderle la obra.

Peruggia había trabajado anteriormente en el Louvre.

Esa mañana había entrado en el museo a las 7 horas, vestido con la ropa de un trabajador de mantenimiento. la descolgó, le retiró el marco, la escondido bajo su ropa  y salió del Louvre sin ser detectado.

 Tenía la intención de llevar la obra a Italia, ya que se creía erróneamente que Napoleón la había traído a Francia, robada.

Otros afirman que la robo para vender copias falsas, pero esta motivación nunca fue probada.

Lo cierto es que Picasso nunca estuvo relacionado con el famoso robo de la Gioconda.